27th Sunday of Ordinary Time Year A
Reading I: Isaiah 5:1-7
Responsorial Psalm 80:9, 12, 13-14, 15-16, 19-20
Reading II: Philippians 4:6-9
Gospel: Matthew 21:33-43
Spiritual Reflections on Sunday’s Readings (Lectura En Español)
The Real Story
There is a very powerful truth-telling device, as we saw two Sundays ago: the device called story.
Our brains love stories because they include events with “before-and-after” built right in, along with suspense, action, relationships and intercommunication; not to mention emotion and elation and disappointment and so on. These elements are the most like daily experience of any device we have in the language.
So, on Sunday we will hear several stories of a vineyard.
The first tells about “a friend” who carefully built a vinery: clearing stones, building a watchtower, planting the choicest vines (First Reading). He even “hewed out a wine press.” But the vineyard yielded bad grapes. God tells the people of Jerusalem and Judah in vivid language that they themselves are this vineyard, and that he is going to destroy it, trample it down. They would not let God’s love grow up among them.
In the Gospel Jesus embroiders this tale. In just one sentence he handles the part about planting a vineyard, digging out a wine press, building a tower. Then he goes further.
In this version he says that the owner rents his rich vineyard to tenants, as was the custom, and he trusts them to raise choice grapes for him. In due season he sends his servants to collect the yield—which must have been great because the tenants dishonestly want to keep everything including the vineyard. So they beat or stone or even kill the servants!
Next, a surprising, seemingly implausible twist to the tale. The owner decides to send his own son, thinking that the tenants will surely respect him. Would you have done the same? Wouldn’t you or I have said, “I will keep my family away from these criminals”?
I surely would. But not the owner. He sends his only son into the trap and the tenants kill him.
The details of the two stories are different, but is it the same story, about God punishing those who fail to produce?
Actually the two parables are not the same. There is much, much more in the Gospel. Jesus hints at this afterwards:
Did you never read in the Scriptures:
The stone that the builders rejected
has become the cornerstone;
by the Lord has this been done,
and it is wonderful in our eyes. (Gospel)
This is a new metaphor, and it is the key to the Gospel tale. It fills the story with dramatic new meaning.
The son sent into the vineyard is Jesus himself!.
He is to be rejected and killed, just as the prophets and the owner’s son were. But here is the difference: as God’s son he is entirely willing to go among the sinning people. He lives by compassion, and danger takes second place.
If the main character in the Gospel were called Life, and it had its own choices to make, it would desire to turn into another being, one called Love. Life always yearns to go back to its source, the everlasting union called by that simple name, love.
Greed and disregard stop this progress. True Life gets buried. It rises again when we look to Jesus on Sundays. He is love. He is there for us in our vineyard.
God sent his own son into the trap of human life not because life is perfect, but because love is.
Santo Nombre Iglesia Católica Lecturas del pastor Reflexión – 8 de octubre de 2023
Domingo 27 del Tiempo Ordinario Año A
I: Isaías 5:1-7
Salmo responsorial 80:9, 12, 13-14, 15-16, 19-20
Lectura II: Filipenses 4:6-9
Evangelio: Mateo 21:33-43
Espiritualidad de las Lecturas
La verdadera historia
Este domingo escuchamos dos historias sobre una viña. Vamos a compararlas.
La Primera Lectura nos cuenta de un “amigo” que construye cuidadosamente una viña: la descanta, construye una atalaya, planta las mejores cepas. Hasta “cava un lagar.”
Pero su viña da agrazones.
Con palabras muy fuertes, Dios les dice a los hombres de Judá que ellos mismos son esta viña y que los va a destruir y pisotear porque no permiten crecer entre ellos el amor de Dios.
Luego, en la Segunda Lectura, Jesús sigue elaborando la misma historia. En sólo una oración, él resume cómo el propietario planta una viña, cava el lagar y construye la casa del guarda.
Pero entonces desarrolla más el relato. En su versión, el propietario arrienda su rica viña (según la costumbre) a unos labradores. Confía en ellos. Cuando, llegado el tiempo de la vendimia, envía a sus criados para percibir los frutos que le corresponden—que serían muchos porque los labradores quieren quedarse con todo, incluyendo la viña—¡ellos apalean, apedrean y hasta matan a sus criados!
Jesús añade un detalle muy sorprendente, difícil de creer, a la historia. Dice que el propietario decide mandar a su propio hijo. Está convencido de que los labradores tendrán que respuetar a su hijo querido. ¿Tú habrías hecho esto? ¿No habrías dicho, “Voy a mantener a mi familia lejos de estos malhechores”? Yo sí.
Pero este propietario no. Manda a su hijo querido directamente a su muerte, a manos de los labradores.
El propietario ha invertido ya todos sus recursos, incluyendo a su propio hijo, sin conseguir nada. Así que al final expulsa a los labradores y arrienda su viña a otros que le entregarán los frutos.
Nuestra Primera Lectura le dice a la viña infiel que Dios
la dejaré arrasada:
no la podarán ni la escardarán,
crecerán zarzas y cardos.
Los detalles de estas dos parábolas son diferentes, ¿verdad? ¿Pero no son la misma historia de cómo Dios castiga a los que no producen?
¿Castiga Dios a los que no producen?
Ten cuidado, porque resulta que las historias no son idénticas. Como dice Jesús, ¿nunca has leído en las Escrituras que:
la piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Estas historias no son simplemente una censura de los criados desobedientes. ¡La persona que cuenta la parábola es la misma “piedra que desecharon los arquitectos”! Ya que hemos rechazado tantas veces el amor de Dios, nos extiende una última invitación: una invitación que incluye al narrador de la historia: el hijo de Dios.
Muchas personas no lo ven así, como todos saben. Nuestros hermanos judíos esperan que algún día los Cristianos dejen de echarles la culpa de la muerte del mesías. Respetamos eso, por lo menos espero que sí. Y, desde luego, en el mundo hoy día solemos sustituir los teléfonos celulares y digitales y el materialismo por la fe.
Aun así, seguimos contando la historia del amor y el sufrimiento de Jesús, y del amor de Dios que alcanzó su plenitud en la vida de Jesús. La volveremos a oír este domingo en una parábola.
Escucha bien.