31st Sunday of Ordinary Time Year A
Reading I: Malachi 1:14b-2:2b, 8-10
Responsorial Psalm: 131:1, 2, 3
Reading II: 1 Thessalonians 2:7b-9, 13
Gospel: Matthew 23:1-12
Spiritual Reflections on Sunday’s Readings (Lectura En Español)
Humble Contradictions
Jesus faces us with a highly controversial statement this Sunday. And then he makes a remark which seems completely contradictory. But it all boils down to humility.
Do I have your attention?
First the controversy. “Call no one on earth your father. You have but one Father in heaven” (Gospel). What can this mean? In another chapter, Matthew 6:9, he teaches us to say precisely “Our Father, who art in heaven…”: Are we now supposed to cease using this very name that Jesus taught us? It is the way we address our dad (or, less formally, daddy, pa, pop, papa, and in Ireland, da, etc.). Also, the normal address for a priest is “Father.” Some take scandal at using this title because of the present Gospel passage.
Let’s look at it.
“You have but one Father in heaven.” This is profoundly accurate. Next to God’s beautiful, tender parental love (Second Reading), you and I, as father or mother or priest, are just pale imitations. Who do we think we are?
But there is another meaning. Suppose we are not meant to compete with God’s love but to share it and be vessels from which it is poured. Could we not be called “father” just because we humbly accept the outflow of God’s own fatherhood and motherhood, which he wants to share with us? In this understanding, it all depends on our attitude.
Why didn’t Jesus just say it this way? Well, maybe he was using what we in English have called hyperbole*, or exaggeration. As a speaker he had to use not only a very loud voice but also strong emphasis, in order to reach the “ crowds and … his disciples” to whom he was preaching.
Second, the contradiction. Jesus says, “Whoever exalts himself will be humbled; but whoever humbles himself will be exalted.” (Matthew 23:12). What kind of sense does this make? If I humble myself, I should end up being humble, not exalted. If I exalt myself the result would seem to be, quite simply, that I am exalted and not humble. Our Gospel reverses this logic and presents instead an enigma.
Agreed. But again there is a way to understand. Suppose you have a water-glass that you fill with concrete, and let it harden. Are you now able to pour water into it? Certainly not. Same thing for your soul. If it is filled already, then not much else can go in. Maybe you do perform all your works in order to be seen. Maybe you do want the places of honor. Maybe you are very fond of being greeted in “the marketplace.” These are not such bad or evil desires, but, like the concrete, they can harden into a way of life that has no room left for the cooling spring-water of God’s presence.
But if we humble ourselves instead, refusing to build our life out of honor and praise, then there is room. God can “exalt” us by entering humbly into our deepest soul.
What am I talking about? Look at Sunday’s Responsorial Psalm. It is only three lines long but its mild words describe what it is like to be “exalted” by God. We become “like a weaned child on its mother’s lap.” Why not open your bible and take time with this beautiful psalm.
The answer to the puzzle we started with and the contradiction? That riches, honor and pride fill up our souls. Weaned humility lets us be where we belong: open to receive.
Santo Nombre Iglesia Católica Lecturas del pastor Reflexión -05 de Noviembre de 2023
Domingo 31 del Tiempo Ordinario Año A
Primera lectura: Melaquías 1:14b-2:2b, 8-10
Salmo responsorial: 131:1, 2, 3
Segunda lectura: 1 Tesalonicenses 2:7-9, 13
Evangelio: san Mateo 23:1-12
Espiritualidad de las Lecturas
Contradicciones humildes
Jesús nos presenta un rompecabezas este domingo. Y luego hace un comentario contradictorio.
¿Estás intrigado ya?
Primero, el rompecabezas. “No llamarás padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro padre, el del cielo.” (Evangelio) ¿Qué querrá decir con esto? “Padre,” o su equivalente, es uno de los nombres que más se usa en todo el mundo. Se lo decimos de muchas maneras a nuestro papá (padre, papá, papi, y en Irlanda “da.”) Además, “Padre” es el trato que usamos para dirigirnos a los sacerdotes. De hecho, hay quien cree que no debemos usar este nombre para un clérigo, precisamente por el Evangelio que escuchamos hoy.
Veamos lo que dice el Evangelio. Jesús nos dice, “Uno solo es vuestro padre, el del cielo.” Y esto es la verdad. Comparados con el amor hermoso, tierno de Dios Padre (Segunda Lectura), tú y yo somos imitaciones insignificantes de padres, madres o sacerdotes. Supongo que llegamos a competir con Dios.
Pero si no procuramos disputar el nombre Padre con Dios, sí queremos participar en él, convertirnos en la taza que lo contiene. ¿No podríamos permitir que nos digan “padre” porque aceptamos humildemente la paternidad de Dios y su maternidad, en las que él quiere envolvernos, como en una capa? Esto significaría que somos parte del Cuerpo de Cristo, enseñandole así al mundo entero lo que es el amor del Padre.
¿Por qué Jesús no lo dijo así? Hay muchas respuestas, algunas de las cuales tú puedes encontrar en otras partes del sitio web para esta semana. Pero tal vez él quería decir, “que nadie asuma el nombre de Dios, usándolo para sí mismo, olvidándose del papel de Dios.” Deja que Dios sea el padre de tus hijos, y sé tú los ojos, los oídos y las manos por medio de los cuales Dios obra. Esta perspectiva les aportaría un significado muy profundo al Día de las Madres y al Día de los Padres.
Luego, la contradicción.
Jesús proclama, “El que se enaltece será humillado, el que se humilla será enaltecido.” (san Mateo 23:12) ¿Cuál es la lógica de esto? Si soy humilde, desde luego, no soy enaltecido. El Evangelio subvierte esta lógica y nos deja con un enigma.
De acuerdo. Pero, permíteme una metáfora muy sencilla. Imagina que tienes un vaso común y corriente lleno de concreto. ¿Puedes llenarlo de agua? No. Lo mismo pasa con nuestras almas. Cuando las tenemos endurecidos de concreto, no hay lugar para nada más.
Si obramos para ser enaltecidos, si deseamos un lugar de honor, si nos agrada que nos saluden “en la plaza”–aunque ninguno de estos deseos sea realmente malo–el resultado es que nuestras almas se pueden endurecer como el concreto, hasta tal punto que no hay sitio para el agua dulce y fresca de la presencia de Dios. Paradójicamente, Dios nos “enaltece” habitando humildemente en nuestra alma más profunda.
¿Y cómo se siente esa presencia? Fíjate en el Salmo Responsorial para este domingo. Sólo tiene tres estrofas, pero su tono tierno describe la experiencia de ser enaltecido por Dios. Uno es como “niño destetado en el regazo de su madre.”
¿Por qué no abres tu Biblia para pasar tiempo con este hermoso salmo?
La respuesta tanto al rompecabezas como a la contradicción es que las riquezas, los honores y el orgullo nos arrastran del regazo de Dios. La humildad de ese niño destetado nos permite refugiarnos allí, donde mejor estamos.