21st Sunday of Ordinary Time Year A

Reading I: Isaiah 22:19-23
Responsorial Psalm: 138:1-2, 2-3, 6, 8
Reading II: Romans 11:33-36
Gospel: Matthew 16:13-20

 

 

Spiritual Reflections on Sunday’s Readings (Lectura En Español)

 

It Takes Two

On previous Sundays Jesus has been curing people. Yet an odd thing happens in each case. He tells them, “Your faith has saved you.” That creates a mystery. Quite obviously Jesus does the healing, so why does he say their faith did it? Why didn’t he just say “Go in peace, I have healed you”?

Let us seek the answer in Sunday’s Gospel. This will be a roundabout way to get at an answer, so I ask you to wait for it.

Jesus is in Caesarea Philippi and the disciples are just back from their mission of preaching. He asks them who people think he is.

The disciples laugh boyishly and repeat some answers they have heard. Obviously they regard these guesses as absurd. Something like this:

Believe it or not, some think you are John the Baptist returned from the dead!

The ones I talked to said you were the prophet Elijah! It was hilarious!

A few of them said you are Jeremiah or one of the other prophets! They just don’t know what to make of you.

Laughter all around.

But Jesus’ question was a curve ball and now it crosses the plate. He says abruptly, “And what about you? Who do you say I am?”

Eyes wander, feet scuff, laughter turns into a cough. The disciples’ faith is still young and perhaps they are confused about it, not to mention the fact that up to this point they have not been required to profess anything out loud. Red faces.

Peter is bold, awkwardly walking on water again, figuratively this time. He stammers out his best answer.

You … you are … the, uh, … yes, uh, the … the Son of … you are the Christ, the Son of the living God!

Silence and then nods and relief all around.

“Simon, how great is your faith,” Jesus says. “Whatever you open with this faith will stay open. Whatever your faith shuts will remain shut, not only here but in heaven.”

A high compliment to Peter’s tottering belief status.

But does this help with the contradiction we began with? Is it Jesus’ action or an act of their faith?

Jesus is always seeking a two-way liaison between himself and us, not just one-way. He wants us to have a relationship to the fullness of who he is. Besides being a charismatic leader or a good friend, he is the very reality of God’s love, present in the world, wide open to loving each of us—and being loved in return. He wants a mutual love-relationship with you and me, one in which we open up our hearts and let Godly love in—and return it.

The name of that openness to God’s love on the part of a person is “faith.”

Faith.

So the answer is truly, “your faith has saved you.” But it is faith in Jesus’ cures. These are never just a matter of him acting on his own, like a mechanic replacing spark plugs. They are love being given and love being received. The ones who were cured must have opened themselves and have at least a beginning relationship with Jesus as the loving Messiah.

Healing is then at last able to take root.


 

 

 

Santo Nombre Iglesia Católica Lecturas del pastor Reflexión – 27 de augusto de 2023

 

Domingo 21 del Tiempo Ordinario Año A

 

Lectura I: Isaías 22:19-23
Salmo responsorial: 138:1-2, 2-3, 6, 8
Lectura II: Romanos 11:33-36
Evangelio: Mateo 16:13-20

 

Espiritualidad de las Lecturas

 

Una fe que salva

Jesús recorre el paisaje curando a la gente. Y en cada caso, algo raro acontece. Les dice, “Tu fe te ha salvado.”

Obviamente, es Jesús quien sana a las personas; si no, no le pedirían su ayuda. Entonces, ¿por qué les dice que su fe las ha salvado? ¿Por qué no dice simplemente, “Ve en paz, te he sanado”?Busquemos la respuesta en el Evangelio para este domingo. Voy a narrarlo como si yo fuera cuentista.Jesús está en Cesarea de Felipe, y los discípulos acaban de volver de su misión de predicar. Les pregunta quién cree la gente que él es. Tal vez para evaluar la condición de la fe en las regiones donde lo conocen. Los discípulos se ríen como niños y le comunican las respuestas que ellos han escuchado. Algo así:

Créelo o no, algunos piensan que eres Juan Bautista, resucitado.

Hablé con algunos que decían que eras el profeta Elías. Era para morirse de risa.

Algunos dijeron que eras Jeremías u otro de los profetas. La verdad es que no saben qué pensar de ti.

Y todos se ríen.

Pero Jesús sólo daba rodeos. Ahora ha llegado la hora de ir al grano. Dice abruptamente, “Y vosotros, ¿quién

decís que soy yo?” Se desvían los ojos, las risas se vuelven carraspeos, y mueven nerviosamente los pies. La fe de los discípulos es todavía inmadura, y tal vez están confundidos … eso y que es la primera vez que tienen que declarar algo en voz alta.Se sonrojan.Pedro es valiente (o quizás sólo entusiasta). Metaforicamente, está caminando otra vez sobre el agua. Balbucea una respuesta muy acertada. “Tú … eres … el Mesías … el Cristo … el Hijo … de Dios vivo.”

Silencio. Ya todos asienten y el alivio es palpable.

“Simón, ¡qué grande es tu fe!” Jesús le responde. “Lo que ates en la tierra con esta fe quedará atado. Lo que desates através de tu fe en la tierra quedará desatado en el cielo también.” Todo un cumplido para la fe todavía insegura de Pedro. Pero ¿qué aprendemos de este relato? Que Jesús busca siempre una relación recíproca con los demás, y no una relación unidireccional. Piénsalo y lo verás. Quiere una relación de amor recíproco, en la cual la gente abre su corazón para que el Dios amante entre. Además de ser un líder carismático o un buen amigo, él es la encarnación del amor de Dios, presente en el mundo, totalmente dispuesto a amarlos. Quiere que ellos se relacionen con la plenitud de su ser. El nombre de esa receptividad al amor de Dios por parte de la gente es “fe.” Ahora tal vez veas la conección con nuestra pregunta inicial, “Tu fe te ha salvado.”

Las personas a las que Jesús curó tenían por lo menos el comienzo de una relación con él. La sanación es posible porque Jesús jamás actúa por su propia cuenta, como si fuera un mecánico que reemplazara una pieza fallada; sus curas son el amor que se da. Pero el amor dado tiene que ser también amor recibido. Si no es así, el amor no puede entrar.De esta forma, de hecho su fe (su receptividad al amor de Dios) los ha salvado. El poder curativo de Jesús nunca podría llegar hasta ellos si no tuvieran dentro la receptividad que se llama “fe.”