26th Sunday of Ordinary Time Year A
Reading I: Ezekiel 18:25-28
Responsorial Psalm: 25:4-5, 6-7, 8-9
Reading II: Philippians 2:1-11 or 2:1-5
Gospel: Matthew 21:28-32
Spiritual Reflections on Sunday’s Readings (Lectura En Español)
Why Be Good?
In the early Old Testament there seems to have been an ongoing belief, one that we hang on to today sometimes: that good people are rewarded and sinners are punished even unto death.
When someone virtuous turns away from virtue to commit iniquity, and dies, it is because of the iniquity he committed that he must die. But if he … does what is right and just, he shall preserve his life. (First Reading)
There is so much good sense in this reading. Sin really does mess up our lives, letting them come apart at the seams, doesn’t it? And those who live lives of virtue usually are edging toward integration and freedom. The Psalm for this Sunday is a straightforward request for being included with the favored ones: “Remember your mercies, O Lord. … ”
But throughout the Hebrew Testament, an opposing and terrible observation gradually arose. Good people do suffer and die while scoundrels often have a fine time of it.
How can this be? How could a good God be unjust? We hear that question today from the Ukraine. Many Psalms are filled with the same lament also. The Book of Job is an ancient and puzzling repetition of the same question.
Before reading further, you might want to think about your own answer to the question. Why do bad things happen to good people?
There are clues. First, how many people do you know who are completely good or completely bad? A childlike, over-simple belief says that good friends are always good. Adults, on the other hand, know how mixed the human reality is. Each of us has a jumble of “good plants and weeds” within us. That is what the Gospel is about.
A father asks his younger son to go work in the fields and the son says “yes, of course I will do that for you, father.” He must be the good one, mustn’t he? But in fact he does not do what he promised. He becomes the famous prodigal son.
The older son originally says something like, “No. I will not go out in the heat and pull your damned weeds. Why should I?” Yet of course, he does go out and work all day. Today we know him as the good son, though he had been mean at the beginning.
The lesson? God the father loves everyone, whether they are sinners or not. And in order for any of us to love like God does, we must prepare to love them in spite of the drawbacks in their personality, the hurts we receive, not just the good things. This can be horrifying!
The great example of a good man suffering is Jesus’ cross. The Second Reading puts it this way:
Though he was in the form of God,
[he] did not regard equality with God
something to be grasped.
Rather, he emptied himself,
taking the form of a slave,
coming in human likeness;
and found human in appearance,
he humbled himself,
becoming obedient to the point of death.
Though God’s son was perfectly blameless, he took upon himself the mixed nature of human beings. He showed once and for all the mysterious reason why good people suffer, as he suffered.
Let God make you good.
Santo Nombre Iglesia Católica Lecturas del pastor Reflexión – 24 de septiembre de 2023
Domingo 26 del Tiempo Ordinario Año A
Lectura I: Ezequiel 18:25-28
Salmo responsorial: 25:4-5, 6-7, 8-9
Lectura II: Filipenses 2:1-11 o 2:1-5
Evangelio: Mateo 21:28-32
Espiritualidad de las Lecturas
La motivación
A veces Dios utiliza nuestro egoísmo para lograr que hagamos lo correcto. Dicho en otras palabras, utiliza nuestro egoísmo para llevarnos más allá de nuestro egoísmo.
En la Primera Lectura, observamos esto através de una verdadera discusión entre el pueblo y Dios. El pueblo reclama que “¡El proceder de Dios no es recto!” Antes, había citado el proverbio tradicional, “Los padres comieron una verde y los hijos tienen los dientes destemplados.” Aparentemente, sostienen que se les debe atribuir el pecado a sus padres o a sus madres, pero a ellos no. Visto así, Dios les castiga injustamente.
Dios responde:
Escuchad, casa de Israel:
¿es injusto mi proceder?
¿o no es
vuestro proceder el que es injusto?
Les muestra que el que peca es el que morirá; el hijo no cargará con las culpas del padre. “Yo juzgaré a cada uno según su conducta. Si peca, es justo que muera. Si hace bien, es justo que se salve.”
En el Evangelio, Jesús profundiza en esta lección. Escuchamos la parábola de un padre que le pide a su hijo que vaya a trabajar en la viña. El hijo responde, bruscamente, “No quiero.” Sin duda, él sería uno de los pecadores arriba mencionados. O, quizás, sólo le dolía la cabeza, o le disgustaba trabajar por la mañana, lo que sea. Pero cuando su padre sale de la casa, este hijo cambia de opinión y sale a trabajar duro en la viña.
El tiene un hermano. El hermano dice, en efecto, “Sí, por supuesto, saldré y te obedeceré.” ¿No es esto exactamente lo que Dios le había dicho al pueblo en la Primera Lectura? No me cabe duda de que el padre en la parábola estuvo muy satisfecho, especialmente teniendo en cuenta la respuesta tan mal educada que acababa de recibir de su otro hijo. Sin embargo, como ya sabemos, este hermano también cambia de opinión. Ni siquiera se molesta en salir a la viña.
Los intereses egoístas del segundo hermano le hicieron decirle “sí, sí” a su padre. De esa forma, él quedó bien. Pero no se molestó en hacer realmente lo que había prometido. Su egoísmo no le motivó a hacer el bien, sino a aparentar hacerlo.
San Pablo dice que debemos mirar a los que hizo Cristo (Segunda Lectura) si queremos encontrar la motivación genuina, además de inspiración, consuelo, participación en el Espíritu, compasión y misericordia. Entonces no obraremos por egoísmo, sino que serviremos humildemente a los demás, como él hizo. Esta es la más profunda motivación en el cristianismo.
Tened entre vosotros los sentimientos propios
de una vida en Cristo Jesús.
Él, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo.
La motivación por egoísmo no es la única opción. Observemos a Cristo–durante la oración y durante la Misa—y dejemos que nos forme en humildad.
Dejemos que Dios nos haga justos.