Spirituality of the Readings

2nd Sunday of Ordinary Time Year (B)

January 14, 2024

Called by Name

We now begin what the Church calls “Ordinary Time.” Christmas season is over, and we begin to see Jesus at work. We begin with a significant story, found in the First Reading for this Sunday. A young man named Samuel is sleeping in the temple. He wakes up instantly when he hears his name spoken out loud. He cries out, “Here I am!” and runs to his master, Eli, who is sleeping in another place in the temple. “You called me, what do you want?” “I didn’t call you,” Eli rasps. “Go back to sleep.” But the same thing happened again. Samuel runs to Eli, with the same result. On the third time, the old man at last understands. Wisely, he says “Samuel if this happens again, say these words: ‘Speak, Lord, your servant is listening.’”

Samuel goes back to sleep. He hears his name again, “Samuel, Samuel”! Following instructions, he says, “Speak, Lord, your servant is listening!” God speaks, and Samuel grows up accompanied by the Lord’s presence. So much for the First Reading. Another name is represented in the Gospel. John the Baptist points to Jesus. Jesus is waiting for standers-by to notice him and get interested. They follow and Jesus says bluntly, “What are you looking for?”

There are several layers to this question. The plain meaning is, “What’s up? Why are you following me?” But the depth charge is there too, the same one that finally shook Samuel loose: “Are you looking for God? Is that your hunger? Is there something about me that answers the deep desire of your heart?”

They stammer. They give some kind of reply. “Well, uh, well, um, where, where are you staying?” Jesus replied as he does to you and me:

“Come and see.”

They do go and see, spending the day with him. One of them, Andrew, runs to get his brother, Simon, shouting, “we have found the Messiah”! They run back to Jesus and the most important event in Simon’s life takes place: Jesus gives him the name Cephas (Peter), a new deep identity for him. The word Cephas’ base meaning is “the rock.” Jesus must have seen the innermost stability in him. Peter could never have become fully himself if someone had not named him to his depths. The same goes for Samuel. God can call any of us by a name that reaches down into our souls, to a place that we do not even know about! Our job is to begin hearing and to grow. Must it always be God or Jesus who calls our name for us to become ourselves? Couldn’t a psychologist do it, or a spouse, or a dear friend who believes in us? Yes, of course, each of these knows us and beckons us to be ourselves.

But only God can know our very deepest desires and only God can satisfy the one that is the most precious in each of us: the reaching out for that person we want most and for whose sake we love others.

Jesus God.

Do you sense in your insides a kind voice whispering such an invitation, calling you by your real name, calling you to be an ally of the Christ of God?

 

 

La Espiritualidad de las Lecturas

Segundo Domingo
del Tiempo Ordinario (B)
14 de enreo, 2024

Llamados por nuestro nombre

Ahora entramos en lo que la Iglesia conoce como “El Tiempo Ordinario.” El tiempo de Navidad ha terminado, y empezamos a ver a Jesús en su ministerio.Un relato muy importante se encuentra en la Primera Lectura para este domingo. Un joven que se llama Samuel duerme en el templo, según la costumbre. Se despierta inmediatamente al oír que alguien lo llama por su nombre. Responde, “Aquí estoy,” y corre hacia su maestro, Elí, quien está acostado en otra parte del templo. “Vengo porque me has llamado; ¿qué quieres de mí?”

“No te he llamado,” responde Elí. “Vuelve a acostarte.” Pero vuelve a ocurrir lo mismo. Samuel corre hasta Elí , con el mismo resultado. Ya para la tercera vez, el viejo maestro comprende por fin. Muy sabio, le dice, “Samuel, si te llama alguien, responde: ‘Habla, Señor, que tu siervo te escucha.’”

Así que Samuel se vuelve a acostar en su sitio. De nuevo oye su nombre, “¡Samuel, Samuel!” Siguiendo las instrucciones del maestro, él dice, Habla, Señor, tu siervo te escucha.” Dios habla, y Samuel crece, acompañado por la presencia del Señor.

En el Evangelio, vemos otro ejemplo de personas que son llamadas por su nombre. Juan el Bautista señala a Jesús, quien espera que dos hombres en particular se fijen en él y se interesen por su trabajo. Ellos empiezan a seguirlo, y Él les pregunta directamente, “¿Qué buscan?”

La pregunta tiene varios matices. El significado más obvio es, “¿Qué pasa? ¿Por qué me siguen?” Pero el sentido más profundo también está ahí, el mismo sentido que logró por fin despertar a Samuel: ¿Por qué buscan a Dios? ¿Es esa el hambre que tienen? ¿Hay algo en mí que responde al deseo más profundo de su corazón?”Ellos balbucean algún tipo de respuesta, “Pues, eh, bueno, o sea, ¿dónde, dónde vives?” Jesús les contesta de la misma forma en que nos contesta a nosotros, a ti y a mí:

“Vengan y lo verán.”

Ellos van y ven; se quedan con él aquél día. Uno deellos, Andrés, corre a buscar a su hermano Simón, y le dice, “hemos encontrado al Mesías.” Vuelven corriendo a Jesús, y entonces sucede el evento más importante de la vida de Simón: Jesús le pone el nombre Cefas, una identidad nueva y profunda para él. El significado de la palabra Cefas es “piedra, roca.” Jesús habría  visto la solidez y la estabilidad dentro de él. Pedro    nunca habría podido llegar a ser plenamente quien era si alguien no hubiera pronunciado su nombre de esta forma tan profunda. Lo mismo para Samuel. Dios puede llamar a cualquier persona por un nombre que alcanza el fondo de su alma, un sitio cuya existencia ignoramos. Nos toca oír y crecer. ¿Siempre tiene que ser Dios o Jesús quien pronuncia nuestro nombre para que       encontremos nuestra verdadera identidad? ¿No podría ser un sicólogo, o un esposo, o un querido amigo que cree en nosotros? Sí, por supuesto, cada una de esas personas nos conoce y nos llama a ser quienes          somos.Pero sólo Dios conoce nuestros deseos más    profundos, y sólo Dios puede satisfacer el deseo más profundo de todos: el deseo de encontrar a la persona a la que más amamos y en nombre de quien amamos a los demás.

Dios.

¿Oyes dentro de ti una tierna voz que te susurra semejante invitación, llamándote por tu verdadero nombre, llamándote a ser un discípulo del Cristo de  Dios